Sobre mí

Rocío Gil Grande«La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro», decía George Orwell en 1984. Para mí, esa es una de las máximas del periodismo, profesión que ejerzo desde hace más de siete años en sus múltiples formatos.

Porque, a mis 29 años, he tenido el placer de comunicar a través de la prensa escrita, la televisión y la radio. Por mi teclado y mi voz han pasado historias de toda índole (política, relaciones internacionales, economía, cultura y tecnología).

Reconozco que estas dos últimas son mi debilidad, en las que puedo mezclar placer y trabajo. No hay nada como escribir una crónica de un concierto, crítica de teatro (mi gran afición) o entrevistar a grandes artistas.

Hace tiempo tuve la suerte de especializarme algo más en tecnología y descubrí que, junto con la ciencia, es algo que me apasiona.

Hace falta buscar tan sólo un poquito para abrir un mundo de hallazgos, avances e investigaciones que pueden cambiar el mundo. Lo descubrí cuando era redactora sanitaria.

Dentro de este ámbito, además, es crucial el aporte tecnológico al estudio de la salud, así que poco a poco empecé a entender bien en qué consistía aquello de los wearables, la inteligencia artificial y cuestiones como el Big Data. Y pronto me di cuenta de que, aplicado no sólo a la salud, resulta una información de lo más fascinante.

Pero, comunicar en estos tiempos, no es sólo cuestión de contenido. Comunicación e Internet van hoy ligados, y hay que comprender sus formas, sus reglas, el formato.

Ya desde becaria me di cuenta de la importancia de las redes sociales. Establecí, en base más a mi intuición que a conocimientos adquiridos, una estrategia de Social Media para la Red Académica y de Investigación Española (RedIRIS) que propuse a mis superiores y que fuimos implantando poco a poco. Con mucho orgullo, a día de hoy puedo decir que sus perfiles sociales tuvieron comienzo conmigo.

Por eso, seguí investigando en este terreno, asistí a cursos sobre marketing digital y community manager y comencé a ponerlos en práctica en distintos sitios, hasta que un día tuve el privilegio de convertirme yo en la formadora e impartir mis conocimientos a jóvenes de entre 18 y 30 años (¡muchos eran mayores que yo!).

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Hoy, sigo aprendiendo. Espero seguir haciéndolo siempre. Seguir contando historias, sobre todo esas que, poco a poco o, de golpe, van cambiando el mundo.